Uno de los principales problemas de las ciudades contemporáneas es el desenfrenado desarrollo habitacional y comercial en las periferias, restando importancia a lo que se conoce como el centro de las ciudades, que resulta en abandono y a su vez, genera espacios que atentan contra la calidad de vida de los ciudadanos. El funcionamiento óptimo de las ciudades se genera a través de la convivencia y relación entre sus habitantes y el intercambio de distintas actividades que se pueden perder por falta de un desarrollo correcto.
Es cierto que, en los últimos años, las ciudades han crecido de manera desenfrenada y, en muchos casos, sin un plan o diseño urbano bien pensado. El aumento de la población en zonas urbanas es algo que no se tenía contemplado a la magnitud en la que se ha presentado, provocando zonas consolidadas esparcidas en distintas áreas de la ciudad, sin conexiones ni relaciones entre cada una de ellas.
La obsolescencia urbana es un tema que desde hace algunos años se ha investigado en distintos países y ciudades, desde España, Francia, Colombia, Ecuador, hasta La Ciudad de México; con el objetivo de recabar información y datos
que ayuden a construir nuevos planes urbanos basados en el reciclaje de edificaciones residenciales, mejorando el equipamiento y los espacios públicos; rehabilitando espacios urbanos con el fin de proponer planes que buscan obtener ciudades más sostenibles y sustentables.
Imaginemos un escenario urbano, donde la vegetación vive en armonía y equilibrio con las edificaciones; existen espacios recreativos y al aire libre para el ser humano y no para los automóviles; donde los niños pueden jugar con seguridad; donde el trabajo, la escuela, los comercios para abastecer nuestras necesidades
básicas quedan a la vuelta de la esquina o a unas pocas cuadras de distancia; donde se le permite transitar a distintos medios de transporte que no sean únicamente el auto particular. ¿Utopía o futuro alcanzable?
Realmente, si nos ponemos a imaginar esto al día de hoy, se lee como algo ficticio o que sólo pasa en ciudades de primer mundo. El crear y diseñar planes urbanos que desde un principio piensen en todas los puntos mencionados anteriormente y que se puedan replicar por toda la ciudad, obteniendo una red de espacios urbanos funcionales de manera individual y, al futuro, de manera colectiva, es algo que se puede lograr.
Podemos aprovechar los espacios con los que ya contamos en las ciudades, que fueron diseñados en el pasado para un estilo de vida que tal vez ya no existe, pero que se prestan para mejorarlos. Adaptarlos a lo que se vive hoy en día y se vivirá en un futuro, rehabilitar sus equipamientos, introducir espacios públicos con vegetación, entre otras estrategias; evitar dejar vacíos urbanos.
El objetivo es reciclar lo existente para brindarle una segunda oportunidad y permitir que se vuelvan a habitar esos espacios, dándole al mismo tiempo, una mejora en la calidad de vida de las personas sin la necesidad de que se construyan hábitats nuevos e innecesarias con deficiencia en la planeación para la vida de sus usuarios. Mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y la vida de las ciudades como tal.
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