El auge de la industria automovilística, posterior a la Segunda Guerra Mundial, impulsó un modelo de ciudad en el que el automóvil junto a la autopista, promovieron la movilidad individual y la aparición de barrios unifamiliares alejados del centro urbano. Planificadores y desarrolladores urbanos concibieron al auto como el futuro de las ciudades, con lo cual, se empezó a dedicar cada vez más espacio a estacionamientos y a la ampliación de calles y autopistas. Esto trajo como consecuencias la primacía del auto sobre la ciudad, la continua expansión y dispersión urbana y la decadencia de los centros urbanos alrededor del mundo.
La construcción de un modelo de transporte urbano que combina la idea de “la movilidad como servicio” y el desarrollo de las tecnologías de los vehículos autónomos, ha impulsado un renovado interés por replantear esta visión de una ciudad construida para el automóvil y abre la posibilidad de explorar la recuperación de la ciudad como un espacio más densamente ocupado, mas diverso y sobre todo orientado a permitir al peatón una mayor libertad y seguridad en su circulación.
No obstante, el surgimiento de estos avances tecnológicos no asegura la aparición de una ciudad amigable con el peatón como un resultado espontáneo. En el escenario ideal, los vehículos autónomos y los servicios de movilidad deberían fomentar el uso del transporte público, movilizando un mayor número de usuarios con un menor tamaño en los vehículos, lo que debería permitir la reducción del tamaño de las vías, la disminución del número de accidentes y facilitar la construcción de más espacio público.
En el escenario no deseable, los vehículos autónomos se convierten en un bien de lujo, lo cual intensifica las desigualdades de la ciudad, reduce el uso del transporte público por las clases medias, aumenta la congestión existente y quita más espacio al peatón.
Para un entorno como el de la ciudad Latinoamericana, que se ha desarrollado bajo esquemas de alta dispersión y problemas crónicos de congestión del tráfico y deficiencias en el transporte público, se hace necesaria una exploración a los desafíos y oportunidades que estas nuevas tecnologías representan para nuestros entornos urbanos.
Vehículos autónomos
Los vehículos autónomos, originalmente conocidos como ‘autos controlados por computadoras’, fueron concebidos a finales de la década de 1960 como autos equipados con cámaras y una computadora, en la que los usuarios introducirían en un teclado su destino y el auto los llevaría a este sitio (MacCarthy; 1968).
Sobre la base de estas ideas, los vehículos autónomos han incorporado la capacidad de procesar datos, proveídos por cámaras, sensores LIDAR y radares montados en estos vehículos, los cuales se procesan y almacenan para fines de capacitación y simulación de modelos para la navegación. Los vehículos autónomos también utilizan sistemas de comunicación vehículo a vehículo y vehículo a infraestructura, los cuales envían y reciben datos sobre condiciones de la carretera, congestión, accidentes, etc., (Standford, 2018).
Otra de las tecnologías en las que se apoya la navegación de estos vehículos es el uso de mapas de alta definición. Estos mapas permiten conocer las características de la infraestructura vial, incluyendo información sobre señales de tráfico, definición física de los carriles en las carreteras, localización de giros e intersecciones, datos sobre altura y volumen de los edificios, ubicación de negocios y sitios de interés, nombres de calles y restricciones de velocidad, entre otros elementos.
Movilidad como servicio
En cuanto a la “Movilidad como servicio”, este nuevo modelo de transporte está basado en el avance de la telefonía móvil, la internet y el uso de redes sociales. La “movilidad como servicio” tiene como finalidad, desarrollar una plataforma que integre todas las modalidades de transporte posible dentro de la ciudad, de forma que el usuario pueda planificar su viaje, generando un paquete de movilidad a medida, bajo un modelo de contrato mensual similar al de la telefonía móvil.
En los últimos diez años se han dado avances significativos en la adopción de estas tecnologías por diversos actores en diferentes ciudades del mundo. Por ejemplo, en Las Vegas, lo que comenzó como un proyecto piloto temporal para probar un servicio de robotaxi se convirtió en una asociación de varios años entre la compañía de software autónoma Aptiv y Lyft, plataforma de servicios de transporte, quienes han anunciado que ya han realizado más de 100 mil viajes pagados (Digital Trends, 2019).
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La empresa TuSimple, dedicada al transporte de carga en los Estados Unidos y China, apuesta a la salida de sus primeros camiones autónomos para el 2021. Desde 2009 Waymo, el proyecto de vehículos autónomos de Google está realizando pruebas sin conductor en carreteras de los Estados Unidos, utilizando los modelos Prius de Toyota, a los cuales ya se le han añadido otros fabricantes como Lexus y Crysler (Waymo, 2020).
Siendo tan acelerado el avance de estas tecnologías, KPGM generó un reporte que busca evaluar que tan listas están las ciudades para este salto tecnológico. El Autonomous Vehicles Readiness Index 2019, indicaba que Holanda, Singapur y Noruega, eran los tres países, de un total de 25, con la mejor preparación para incorporar los vehículos autónomos en sus ciudades. México (23) y Brasil (25), eran los dos únicos países de Latinoamérica incluidos en este estudio.
El check list para elaborar este índice incluye aspectos como, la capacidad de los países para promover legislaciones que faciliten la entrada al mercado de vehículos autónomos; la capacidad de adopción e innovación tecnológica; la calidad de la red vial, la existencia de cobertura de telefonía 4G y la disponibilidad de sitios para recarga de vehículos eléctricos, el nivel de aceptación de las tecnologías por parte de los ciudadanos, entre otros.
Transformaciones requeridas para preparar a las ciudades
Desde nuestro punto de vista, las transformaciones requeridas para preparar a las ciudades a estas innovaciones tecnológicas incluyen la adopción de instrumentos, plataformas y modelos de gestión como:
Desarrollo de centros urbanos orientados al transporte.
Entendido como un mecanismo para la creación de comunidades vibrantes compactas, transitables, orientadas a peatones y de uso mixto conectadas con otros centros urbanos por medio de sistemas de trenes o transporte masivo. Esto permitirá disminuir la dependencia del automóvil particular para la movilidad diaria, (TOD, 2020).
El fortalecimiento de una Autoridad de Transporte y una mayor coordinación con los Municipios como entes reguladores del desarrollo urbano.
Para poder abordar la complejidad inherente al desarrollo de las plataformas de movilidad como servicio y vehículos autónomos, será necesario una integración entre los aspectos normativos de la conducción de los vehículos autónomos (reglamentos de tránsito), las regulaciones que permitan el funcionamiento y coordinación entre los diversos proveedores de servicios de transporte, la planificación urbana y las demandas de los usuarios del transporte.
Desarrollo de regulaciones concernientes a la protección de datos y la ciberseguridad.
Los usuarios del transporte urbano en el futuro estarán expuestos a una mayor vulnerabilidad en cuanto al conocimiento sobre sus patrones de uso de estos servicios. Esto obliga a crear mecanismos tecnológicos y marcos normativos para hacer efectiva la protección de los datos ante sus usos indebidos o riesgos a su seguridad.
Convergencia entre vehículos autónomos y la ‘movilidad como servicio’
Impulsar la necesidad de establecer infraestructuras tecnológicas, protocolos y normativas orientadas a transparentar y proteger el uso e intercambio de datos entre los diversos sistemas, usuarios y proveedores. En el futuro se espera que, “una ciudad necesitará un sistema operativo de movilidad (mOS), el cual consistirá en una plataforma integrada que reúna información sobre, infraestructura física (carreteras, rieles), modos de transporte (automóviles, transporte público, viajes compartidos, bicicletas compartidas, etc.) y proveedores de servicios, para crear un mayor rendimiento y optimización del transporte a través de mecanismos de compensación de mercado” (Deloite, 2019).
Aceptación de nuevos paradigmas de innovación tecnológica
Por último, pero no menos importante, está la cuestión de la aceptación de estos nuevos paradigmas y los mecanismos que permitirán la incorporación de la participación ciudadana en un proceso de innovación tecnológica que muchas veces se ve como impuesto desde las grandes corporaciones y los gobiernos. Será necesario identificar cuáles han sido los retos que ha implicado la adopción de nuevos sistemas de transporte en las comunidades, y cuáles son las reales demandas de estos usuarios respecto a su movilidad en el ámbito urbano.
Los planificadores urbanos y especialistas del transporte, en todo el mundo, están analizando los retos que estas tecnologías representan para el desarrollo de las ciudades. Evalúan cuáles serán sus impactos y como podemos utilizar estas innovaciones para hacer de las urbes espacios más sostenibles e inclusivos.