El urbanismo táctico es un concepto fascinante que sigue ganando terreno en muchas ciudades alrededor del mundo. Y lo mejor de todo es que no es necesario ser un urbanista de carrera ni un funcionario público para contribuir al cambio de los espacios urbanos. A menudo, este movimiento surge de ciudadanos comunes, hartos de la monotonía, el caos o la falta de seguridad en sus vecindarios. Con pequeñas intervenciones temporales, el urbanismo táctico busca crear un impacto inmediato, visible y funcional en los espacios públicos.
¿Qué es el urbanismo táctico?
Si nunca has escuchado hablar de urbanismo táctico, déjame explicarte. Básicamente, se trata de intervenciones de bajo costo y a corto plazo, orientadas a transformar un espacio urbano y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Estas intervenciones suelen ser temporales y flexibles, pero su objetivo final es provocar cambios más permanentes. Es como plantar una semilla que, si da buenos frutos, puede inspirar a los responsables de las ciudades a realizar mejoras más duraderas.
Un ejemplo clásico de urbanismo táctico es la creación de «plazas instantáneas» en esquinas de calles. Imagina que tienes una intersección muy peligrosa para los peatones. Un grupo de vecinos decide pintar parte de la calle para que el cruce sea más seguro, añadiendo macetas, bancos o incluso canchas de deportes improvisadas. En muchos casos, estas acciones no requieren permiso oficial al principio (aunque es una buena idea conseguirlo a largo plazo) y sirven como una especie de «prototipo» para soluciones más grandes.
El poder de las intervenciones pequeñas
Una de las grandes fortalezas del urbanismo táctico es su capacidad para generar cambios inmediatos. A diferencia de los grandes proyectos de infraestructura, que pueden tardar años en planificarse y ejecutarse, estas pequeñas acciones pueden llevarse a cabo en días o semanas. Y lo mejor de todo es que no se necesita una gran inversión. A veces, un poco de pintura, algunas macetas, o simplemente cerrar una calle durante el fin de semana puede hacer una diferencia significativa.
Hay un concepto muy ligado al urbanismo táctico llamado «placemaking», que básicamente es el arte de crear lugares significativos. La idea aquí es tomar un espacio que de otro modo estaría vacío o subutilizado y convertirlo en algo que fomente la interacción social. En ciudades de todo el mundo, se han visto proyectos como mercados pop-up, parques temporales o incluso pequeñas bibliotecas al aire libre.
Un ejemplo que siempre me viene a la mente es el de Nueva York, donde en 2009 se cerró temporalmente parte de Times Square al tráfico vehicular para ver si funcionaba mejor como espacio peatonal. Los neoyorquinos lo adoraron, y lo que empezó como un experimento táctico se convirtió en un cambio permanente. Ahora Times Square es uno de los espacios peatonales más icónicos de la ciudad.
Empoderamiento ciudadano
Lo más interesante de todo esto es el sentido de empoderamiento que genera en las comunidades. Cuando los vecinos ven que, con pequeños esfuerzos, pueden transformar sus entornos, se sienten más involucrados en el destino de sus barrios. De hecho, muchos proyectos de urbanismo táctico nacen precisamente de ese deseo de los ciudadanos de tomar el control y mejorar lo que los rodea.
Y no todo es pintura y macetas. Otro de los aspectos del urbanismo táctico es la reapropiación del espacio público para las personas. En muchas ciudades, las calles han sido históricamente diseñadas pensando en los automóviles, no en los peatones o ciclistas. Con el tiempo, esto ha generado una especie de desconexión entre los habitantes y su propio entorno. Sin embargo, cuando ves cómo se puede transformar una calle con simples acciones, comienza a cambiar la forma en que la gente percibe la ciudad.
Un ejemplo de esto es el movimiento de «parklets«, que comenzó en San Francisco. La idea es simple: tomar un espacio de estacionamiento y convertirlo en un mini parque o área de descanso. Algunas ciudades ahora incluso tienen políticas que permiten a los ciudadanos «alquilar» esos espacios para crear sus propios parklets. Lo interesante es que este tipo de intervenciones suelen ser temporales, pero cuando funcionan bien, muchas veces se convierten en permanentes.
Innovación y flexibilidad
El urbanismo táctico también fomenta la innovación. Al tratarse de proyectos a pequeña escala, las personas y organizaciones pueden experimentar con ideas que tal vez no serían viables en proyectos más grandes. Esta flexibilidad permite probar conceptos en tiempo real y ver cómo responden los usuarios. Si algo no funciona, no hay mucho que perder, ya que las intervenciones suelen ser temporales y fáciles de revertir.
En París, por ejemplo, se están llevando a cabo experimentos con calles «verdes». En lugar de asfalto, algunas calles han sido cubiertas con vegetación y mobiliario urbano que fomenta el tránsito peatonal y en bicicleta. La idea es ver cómo estas intervenciones pueden afectar la vida urbana y qué tan factibles son para implementarse de manera permanente. Si el proyecto es exitoso, podríamos estar viendo una transformación masiva en la manera en que se diseñan las calles de la ciudad.
Además, el urbanismo táctico no solo se limita a mejorar la movilidad o la seguridad vial. También puede enfocarse en aspectos como la cultura, el arte y el entretenimiento. Por ejemplo, en muchos lugares se han organizado proyecciones de cine al aire libre, conciertos improvisados o galerías de arte temporales en lugares que antes eran considerados anodinos o poco atractivos.
¿Qué papel juega el gobierno?
Una de las preguntas que surgen al hablar de urbanismo táctico es: ¿qué pasa con los permisos y las regulaciones? La realidad es que, en muchos casos, estas intervenciones comienzan sin la autorización formal del gobierno local. Sin embargo, cuando los proyectos tienen éxito y la comunidad los apoya, las autoridades a menudo deciden adoptarlos o, al menos, no intervenir.
En algunas ciudades, los gobiernos han empezado a ver el urbanismo táctico como una herramienta útil para la planificación urbana. De hecho, en muchos casos, las propias autoridades son quienes inician estos proyectos, utilizando el urbanismo táctico como una forma de probar ideas antes de hacer inversiones a gran escala.
Esto ha llevado a la creación de políticas más flexibles que permiten a los ciudadanos y organizaciones implementar proyectos a corto plazo con mayor facilidad. En Toronto, por ejemplo, existe un programa de urbanismo táctico que facilita la creación de proyectos temporales en el espacio público, con el objetivo de mejorar la vida en la ciudad de manera ágil y efectiva.
Un futuro más humano
Lo que más me entusiasma del urbanismo táctico es su capacidad para humanizar las ciudades. Durante mucho tiempo, nuestras ciudades han sido diseñadas pensando en los automóviles, en la eficiencia y en el desarrollo económico, pero a menudo olvidando a las personas. El urbanismo táctico nos recuerda que las ciudades deben ser lugares para vivir, interactuar y disfrutar.
No estoy diciendo que el urbanismo táctico sea la solución a todos nuestros problemas urbanos. De hecho, algunas críticas apuntan a que, al ser proyectos temporales y de bajo costo, no pueden abordar problemas estructurales más profundos, como la desigualdad o la falta de vivienda. Sin embargo, creo firmemente que es un paso en la dirección correcta. Al menos, nos muestra lo que es posible cuando ponemos a las personas en el centro del diseño urbano.
El urbanismo táctico está cambiando la forma en que vemos nuestras ciudades. Con pequeñas intervenciones, podemos transformar espacios y mejorar la calidad de vida de manera casi inmediata. Y lo mejor de todo es que cualquiera puede participar. No necesitas ser un experto ni tener grandes recursos. A veces, todo lo que necesitas es un poco de imaginación y un deseo genuino de hacer de tu entorno un lugar mejor.
Si vives en una ciudad y sientes que los espacios públicos podrían ser más atractivos, más seguros o más funcionales, el urbanismo táctico puede ser la respuesta. Y lo más emocionante es que este movimiento sigue creciendo, inspirando a más personas a tomar las riendas de sus vecindarios y contribuir a una vida urbana más vibrante y humana.
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