Imagina que te presentan una banana pegada a la pared con cinta adhesiva y te dicen que es una obra de arte valorada en miles de dólares. ¿Te sentirías estafado? Pues bien, esto ha pasado y es justamente lo que critican Avelina Lésper (arte VIP) y Antonio García Villarán (Hamparte) sobre algunas obras del arte contemporáneo. Pero, ¿Qué hay detrás de estas obras aparentemente simples?
A mediados del siglo XIX surgió el arte moderno, un movimiento artístico que se extendió hasta mediados del siglo XX. Los artistas de esta época rompieron con las tradiciones artísticas del pasado y experimentaron con nuevas formas de expresión, materiales y técnicas.
Desde el Impresionismo, que capturó la luz y el movimiento de una manera nunca antes vista, hasta el Cubismo, que fragmentó las formas en busca de una nueva realidad, pasando por el Expresionismo, el Surrealismo y el Pop Art, cada movimiento aportó su propia visión y revolucionó el mundo del arte.
Los artistas modernos buscaban expresar ideas y sentimientos que iban mas allá de la simple representación de la realidad, por eso para comprender las obras de arte moderno es fundamental conocer el contexto histórico, social y cultural en el que fueron creadas.
A diferencia de las obras de arte clásicas, que suelen tener una interpretación más clara y objetiva, las obras de arte modernas son más abiertas a la interpretación personal. Cada espectador puede encontrar su propio significado en una obra, lo que enriquece la experiencia artística pero también puede generar cierta confusión.
El arte moderno nos obliga a pensar de manera diferente. Nos invita a ir más allá de la simple representación de la realidad y a buscar significados más profundos. Además, cada obra de arte es única y puede tener múltiples interpretaciones, lo que dificulta establecer una lectura única y objetiva.
Aprovechándose de esta multiplicidad interpretativa del arte moderno muchos artistas contemporáneos crean sus «obras de arte» carentes de valor artístico basándose solo en la subjetividad, generando así obras que para su apreciación requieren de un monologo que intenta darles algún tipo de sentido. Como consecuencia, al estar frente a alguna de ellas, nos preguntamos «¿Esto es arte o me están tomando el pelo?».
Esta practica cada vez es mas común, ha hecho que en los últimos años dos conceptos encendieran la conversación en torno a la crítica del arte contemporáneo: el «Hamparte» de Antonio García Villarán, que denuncia obras sin esfuerzo ni talento, y el «Arte VIP» de Avelina Lésper, que critica el elitismo y la falta de contenido en algunas piezas reconocidas.
Hamparte, una clase magistral de «¿En serio?»
El Hamparte, un concepto Inventado por el artista y crítico Antonio García Villarán, viene de la fusión entre «hampa» (delincuencia) y «arte». La idea detrás de esto es básicamente que algunos artistas han hecho «trampa» al vendernos cosas que no tienen ningún valor estético o técnico como si fueran arte de verdad.
Según Villarán, el Hamparte es ese tipo de obras que te hacen dudar de todo: del artista, del curador y de ti mismo por haber pagado una entrada para ver algo que tu sobrino de 5 años podría haber hecho con las crayolas. Seguro te has encontrado con una obra Hamparte sin saberlo.
Para Villarán, el Hamparte es esa «genialidad» vendida como arte, cuando en realidad carece de esfuerzo o talento. Imagínate que tienes un lienzo en blanco en tu casa. Un día, decides tirar un poco de pintura al azar desde el otro lado de la habitación. Listo, ¡has creado Hamparte! Según Villarán, esto es lo que muchos artistas contemporáneos hacen: “obras” que no requieren habilidad técnica ni un proceso creativo complejo. Pero, por supuesto, estas piezas se venden a precios desorbitados, y los críticos de arte se deshacen en halagos, hablando de conceptos profundos que probablemente ni el propio “artista” había considerado.
Villarán está convencido de que el “Hamparte” está en auge porque vivimos en una época en la que todo se puede vender si se le da el contexto adecuado. Si un crítico famoso o una galería de renombre dice que es arte, entonces, por arte de magia, ¡es arte! Y ahí es donde entra el problema: ¿Qué pasa cuando el arte deja de ser sobre creatividad, esfuerzo y expresión, y se convierte simplemente en un producto de marketing?
«Arte VIP», importa el precio no la calidad artística
Por otro lado, tenemos a Avelina Lésper, la crítica de arte más temida por muchos artistas contemporáneos. Avelina ha acuñado el término «Arte VIP»(Videoarte, Instalación y Performance) para referirse a esas obras que, según ella, no tienen nada que ofrecer, pero que han sido elevadas a la categoría de arte solo porque pertenecen a la «élite» del mundo del arte.
El Arte VIP es exclusivo, y no cualquiera puede formar parte de él. Está reservado para unos pocos, para aquellos que están dentro del círculo correcto, que tienen los contactos correctos, y que saben mover las piezas del juego de la manera adecuada. No importa si la obra es buena o mala; lo importante es que sea cara y que alguien con influencia diga que es una «obra maestra».
En su opinión, el arte debería ser accesible para todos, y no solo un símbolo de estatus para los que pueden permitírselo. Además, critica que muchas de estas obras carecen de profundidad o significado real, y que solo se valoran porque alguien influyente dijo que son geniales.
Lésper argumenta que el Arte VIP se ha convertido en un simple juego de status y prestigio, donde las galerías y los críticos dictan lo que vale o no la pena sin que la calidad artística importe realmente.
Es una especie de burbuja financiera. Los ricos no compran estas obras porque las aprecien, sino porque saben que su valor aumentará con el tiempo. Es como si el arte se hubiera convertido en acciones de la bolsa. Y lo peor es que, con esta mentalidad, cualquier cosa puede ser arte, siempre y cuando tenga una etiqueta de precio lo suficientemente alta.
Entonces, ¿Es el arte contemporáneo una burbuja?
Con estos dos conceptos en la mano, la pregunta que surge es inevitable: ¿El arte está perdiendo su esencia? ¿Se ha convertido en una especie de club privado donde solo los que tienen el dinero y los contactos correctos pueden jugar? A veces parece que sí. Es como si el arte ya no tuviera que ver con el talento, la técnica o la emoción, sino con el marketing, la exclusividad y los grandes cheques.
El problema con el Hamparte y el Arte VIP es que nos hacen sentir desconectados del arte. Antes, el arte era algo que nos inspiraba, que nos hacía sentir algo. Ahora, a veces parece que todo es parte de una broma interna en la que solo un grupo selecto de personas está invitado.
Eso no quiere decir que todo el arte contemporáneo sea así, ni mucho menos. Hay artistas increíbles haciendo cosas alucinantes. Pero tampoco podemos ignorar que, como en todas las industrias, hay un lado oscuro en el que algunos se aprovechan del sistema para vendernos gato por liebre.
Antes de que empieces a pensar que todo es un desastre, hay que recordar que el arte, al igual que cualquier otra forma de expresión humana, está en constante evolución. Quizás el problema no sea tanto el arte contemporáneo en sí, sino el sistema que lo rodea. Y ese sistema está cambiando, queramos o no.
Gracias a internet, las redes sociales y plataformas como YouTube e Instagram, ahora es más fácil que nunca para los artistas emergentes mostrar su trabajo sin necesidad de pasar por los filtros de las galerías o los críticos tradicionales. Así que, aunque el mundo del arte «oficial» siga siendo en parte un club exclusivo, los verdaderos artistas que tienen algo que decir están encontrando maneras de conectar directamente con su audiencia.
No hace falta ser expertos para saber cuándo algo nos llega o cuándo sentimos que nos están tomando el pelo. Si te encuentras frente a una obra de arte y no sientes absolutamente nada, tal vez es porque es más Hamparte de lo que te están queriendo vender.
Tanto el concepto de Hamparte como el de Arte VIP son críticas válidas a ciertos aspectos del arte contemporáneo, pero también nos invitan a repensar nuestra relación con el arte. El Hamparte nos alerta de las obras vacías que carecen de talento y esfuerzo, mientras que el Arte VIP nos recuerda que a veces el valor de una obra no está en su calidad, sino en quién la respalda.
Así que, la próxima vez que te enfrentes a una obra de arte que te haga levantar una ceja, pregúntate: ¿Esto es arte, o es un ejemplo más de Hamparte o Arte VIP? Y si te quedas sin respuesta, no te preocupes: al final del día, lo importante es lo que tú sientes. ¿No es ese el verdadero propósito del arte, después de todo?
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